A propósito de una campaña reciente para uno de mis clientes, he vuelto a constatar los mezclados que estos términos llegan a estar en la mente de muchos empresarios, que aún en los tiempos que corren siguen empecinados en negar el valor añadido indiscutible que estas disciplinas juegan en las organizaciones, especialmente en estos momentos.
Para aclararnos: el marketing comienza mucho antes de que el producto exista.
Como diría Kothler " El marketing equivale a los deberes que su empresa debe realizar para identificar las necesidades y deseos de las personas, y determinar si es posible que su compañía pueda satisfacerlos de una forma rentable".
En resumen, la tarea del marketing no es otra que traducir las necesidades cambiantes de las personas, en oportunidades de rentabilidad empresarial.
Precisamente este último término, la "rentabilidad", es el que se le escapa una y otra vez a los estudios de diseño, empecinados en desarrollar su creatividad al margen de las necesidades reales de la empresa en el mercado en el que desarrolla su actividad.
Y es que el diseño, jugando como juega un papel fundamental, debe responder a una determinada estrategia definida "a la limón" entre el director comercial y el director de marketing y comunicación, y ser el elemento que en combinación con el resto, conduzca al éxito de un determinado producto en el mercado.
Estas reflexiones, al contrario de pretender demonizar la figura del diseñador, pretende poner los "puntos sobre las ies", y poner de manifiesto la necesidad de que cada una de las piezas juegue su papel necesario, si queremos que el trabajo realmente funcione para el empresario.
Sin una labor previa de los responsables de marketing, comunicación y comercial condensada en una determinada estrategia y plasmada en un buen briefing, jamás tendrá operatividad y eficacia la labor desarrollada por los diseñadores.
Zapatero ... a tus zapatos.....
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